Vacío
Otra vez en mi cabeza
bucles absurdos sin sentido
de minutos congelados
o tal vez menos.
Siento
un vacío e intenso nada
con unas notas de silencio
y el tiempo que avanza lento,
Es tan denso que se ve pasar.
Y si el tick tack el reloj no para
monótona es la canción del cuco
y así soy yo.
Debes, pues, tú saber
que del oír el tiempo que pasa
al no sentir, al nada,
hay tan solo un paso
una fina línea dorada
que solo el tiempo cubre.
Y ten cuidado si yo avanzo
no vayas tú a caer
que el vacío más profundo
es un llano para aquél
que como yo, ya no siente nada.
domingo, 1 de agosto de 2010
Tú
Adiós te digo.
Aunque no es ésta
la palabra que busco
Mas si la que hallo, y la que escribo.
Vuelve te diría y es lo que quiero
más a mi nunca has venido.
Tú,
sol de mis noches
murmullo en el agua cristalina,
eres voz que surge
trémula
de mi pensamiento.
Veo tu cara, y la mia,
junto al espejo, que es el mar
y siento miedo.
Y tú, no eres mas que una sonrisa
Y yo, yo no soy más que tu pelo.
Aunque no es ésta
la palabra que busco
Mas si la que hallo, y la que escribo.
Vuelve te diría y es lo que quiero
más a mi nunca has venido.
Tú,
sol de mis noches
murmullo en el agua cristalina,
eres voz que surge
trémula
de mi pensamiento.
Veo tu cara, y la mia,
junto al espejo, que es el mar
y siento miedo.
Y tú, no eres mas que una sonrisa
Y yo, yo no soy más que tu pelo.
El hombre no tan pequeñito
Había una vez un hombre muy trabajador que se levantó una mañana con el firme propósito de comprender al ser humano. Llegó a la tienda de la esquina con un diario bajo el brazo, oliendo a café recién tostado, y compró un microscopio. Al día siguiente, a la misma hora en punto, volvía a encontrarse el señor en la tienda, muy disgustado, y alagando que no eran células ni microbios lo que buscaba cambió lo que había comprado por un telescopio. La tercera mañana el hombre volvió a la tienda con el telescopio bajo el brazo, con ojeras y oliendo a café cargado, dispuesto a cambiarlo y alagando que ni siquiera la distancia le había dado la perspectiva que necesitaba. El vendedor, cansado de tan inusual cliente, le proporcionó una pequeña televisión para que se integrara en la cómoda sociedad occidental. Tal pánico le entró al hombre, al encenderla, que decidió tirarla por la ventana y no volver a saber nunca más de ése ser tan peculiar. Según dicen, ahora se dedica a estafar a pequeña escala en los torneos locales de mus.
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