domingo, 1 de agosto de 2010
El hombre no tan pequeñito
Había una vez un hombre muy trabajador que se levantó una mañana con el firme propósito de comprender al ser humano. Llegó a la tienda de la esquina con un diario bajo el brazo, oliendo a café recién tostado, y compró un microscopio. Al día siguiente, a la misma hora en punto, volvía a encontrarse el señor en la tienda, muy disgustado, y alagando que no eran células ni microbios lo que buscaba cambió lo que había comprado por un telescopio. La tercera mañana el hombre volvió a la tienda con el telescopio bajo el brazo, con ojeras y oliendo a café cargado, dispuesto a cambiarlo y alagando que ni siquiera la distancia le había dado la perspectiva que necesitaba. El vendedor, cansado de tan inusual cliente, le proporcionó una pequeña televisión para que se integrara en la cómoda sociedad occidental. Tal pánico le entró al hombre, al encenderla, que decidió tirarla por la ventana y no volver a saber nunca más de ése ser tan peculiar. Según dicen, ahora se dedica a estafar a pequeña escala en los torneos locales de mus.
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